Hay días en que no existo. Pasa que hoy no soy yo, sino una versión que no conozco de mí mismo. Por momentos me pregunto por la percepción que tenemos de la realidad, por la manera arbitraria en la que se decide lo que es importante.
Educación, una buena pareja, dinero, una familia, decisiones laborales correctas, un buen carro, vida saludable, propiedades, dietas, estar informado, tener una opinión sobre todo… Se hace mucho y se consigue mucho, pero se vive poco.
En días como hoy envidio a los niños, su naturaleza de inocencia, de despreocupación ante lo que otros consideran indispensable. Me pregunto qué pasa si se decide actuar como actúan los infantes, si se decide dejar de lado lo que las otras personas consideran como base de la sociedad.
¿Qué pasa si huimos, no por miedo, sino por convicción?
¿Qué pasa si nos atrevemos a sentir el viento en la cara?
¿Qué pasa si dejamos de lado los inventos humanos y simplemente somos humanos?
Desconozco en qué momento dejamos que los demás decidan lo que soñamos. No entiendo por qué seguimos sumisos a las pocas decisiones que la sociedad nos deja elegir, por qué seguimos una rutina como esclavos para alcanzar las mismas metas de todos los demás, por qué seguimos creyendo que dios está en los libros, en el pasado o en el destino, cuando tenemos la oportunidad de ser más que aduladores.
Ser humano no es hacerse un tatuaje o usar un piercing para ser diferente. Ser humano es entenderse como único e irrepetible, dejar de lado los prejuicios. Ser humano es explorar su continente, explorar el mundo, explorar el universo si se puede y llegar más allá de todo límite. Ser humano es descubrirse a uno mismo, aceptar a los demás y aprender a amar.
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