Salto, charlo y discuto con mi hermano. Videojuegos, claro está, lo único que parece importarle a él. Me gustan, pero nunca he podido llegar a engancharme realmente con alguno. Miro a las perras de mi casa correr, ladrar y pelearse entre ellas mientras que seguimos saltando. No entiendo por qué, pero este momento se siente más real que ningún otro. Me limpió el sudor con la mano y pienso que tendré que cambiarme la camiseta roja del Atleti que tengo puesta, la roja de la celebración de la copa, con el 9 de Falcao atrás. Mientras saltamos me pregunto también por qué nunca he sido un fumador mientras sospecho que esta noche de estrellas sería el momento perfecto para un buen cigarrillo. Me intriga saber qué me traerá el futuro y me asusta la manera como las personas te pueden percibir tan bien sabiendo tan poco de ti. Paro de escribir, pues vuelvo a la tertulia de la madrugada con mi hermano. Saludos, colega. Que te vaya bien.
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